Alaska, al igual que Siberia, está propenso a que sus capas de escarcha permanente se destruyan por completo. Esta capa firme de tierra congelada, siempre saturada de agua que es esencialmente hielo en algunos lugares, resiste los cambios en la topografía, por lo que la tierra no se filtra en áreas más profundas, o sale a presión desde abajo, y por lo tanto acumulan tensión y estrés a lo largo del tiempo. Así como las placas resisten cambios, y se rompen de pronto con los terremotos a lo largo de su orilla por donde están presionando o friccionando unas contra otras, en la misma manera actúan las capas de escarcha permanente y están acompañadas de temblores menores. Estos temblores son rara vez perceptibles, pero pueden registrarse con instrumentos.
Estos rompimientos pueden ocurrir debido al impacto de pequeños meteoros, o cuando una bola de fuego se acerca a la superficie mientras se encuentra ardiendo intensamente. El aire caliente causa que el aire que está encima de esta capa se vuelva más ligero y menos denso, y por lo tanto puede suavizar o derretir la capa de escarcha. Los puntos de presión que ya existían, dan lugar a una apertura y crean un rompimiento que está muy relacionado con el avistamiento de un meteoro que observadores cercanos asumen que termina en impacto, cuando en realidad no ocurre ninguno.